“UN IDIOTA DEL TRIGÉSIMO TERCER GRADO”
Hacia finales de 1905 Mark Twain había pasado por una serie de tragedias: había perdido a su hija Susy como consecuencia de una meningitis, y tenía poco que Olivia Langdon, su esposa, había sucumbido ante un padecimiento cardiaco. Y él mismo no se hallaba bien de salud -de hecho se hallaba en sus últimos años.
Por esa época recibió una carta, firmada por un tal J.H. Todd (uno de tantos charlatanes vendedores de curas y remedios que hacían su agosto por esas épocas), acompañada de un panfleto que hablaba maravillas de un remedio llamado Elíxir de la Vida, que afirmaba curar, entre otras muchos padecimientos, la meningitis y la difteria (enfermedad que décadas antes había matado a su primer hijo). La respuesta de Twain, dictada de inmediato a su secretaria, fue la siguiente:
Noviembre 20, 1905
J.H. Todd
1212 Webster St.
San Francisco, Cal.Estimado Señor:Su carta es, para mi, un acertijo sin solución. La caligrafía es buena y muestra un carácter considerable, e incluso hay rastros de inteligencia en lo que usted dice. Sin embargo, la carta y la publicidad que la acompaña afirman ser obra de la misma mano. La persona que escribió la publicidad es sin duda el individuo vivo más ignorante en el planeta; además es sin duda un idiota, un idiota del trigésimo tercer grado, un heredero de una ancestral procesión de idiotas que se remonta hasta el eslabón perdido. Es para mi un acertijo cómo la misma mano pudo escribir su carta y también su publicidad. Los acertijos me molestan, los acertijos me irritan, los acertijos me exasperan; y siempre, por un momento, motivan en mi un poco amable estado mental hacia la persona que me los ha impuesto. Dentro de algunos momentos mi resentimiento se habrá disipado, e incluso probablemente oraré por usted; pero mientras aún hay tiempo me apresuro a desear que tome por error una dosis de su propio veneno, y caiga rápidamente a la condenación a la que usted y los demás asesinos vendedores de curas se han ganado sin remordimiento y que tanto merecen.¡Adieu, adieu, adieu!Mark Twain.
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