La vorágine; José Eustasio Rivera -Adaptación-
ANTES
QUE ME hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo
ganó el porno. Nada supe de los deliquios embriagadores ni de la
confidencia sentimental ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el
enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con
todo, ambicionaba el don divino del polvo
ideal, que me encendiera espiritualmente,
para que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la
alimenta.
Cuando
los ojos de una puta me trajeron la desventura,
había renunciado ya a la esperanza de sentir un afecto puro. En vano mis brazos
-tediosos de libertad- se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos
una mamada.
Nadie adivinaba mi morbo. Seguía el pajazo en mi corazón.
La
Puta fue un
amorío fácil; se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que
buscaba en mí. Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus
parientes fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura
y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció los planes arteros.
-Yo
moriré sola -decía-: mi desgracia se opone a tu Porno.
Luego,
cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado
que me hundiría en la cárcel, le dije una noche, en su escondite,
resueltamente:
-¿Cómo
podría desampararte? ¡Huyamos! Toma mi suerte, pero dame tu culo.
¡Y
huimos!
“Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastro de ellos. ¡Los devoró el chimbeo!
Yoda: «Siempre dos hay. No más, no menos. Un maestro, y un aprendiz.»
Windu: «¿Pero cuál fue destruido? ¿El maestro…o el aprendiz?»
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