El Museo del Pene de Islandia, que exhibe desde
falos gigantescos de ballenas hasta los microscópicos testículos del ratón de
campo, hace un inventario de este órgano masculino en todas las
(des)proporciones y acaba de poner en una vitrina su primer ejemplar humano.
“Este es el más grande”, muestra el fundador y
conservador del museo islandés, Sigurdur Hjartarson, refiriéndose a un enorme
tubo de plexiglas que contiene una masa blancuzca, grande como un tronco y
largo como un hombre.
Este pene es de un gran cachalote, pesa 70 kilos,
mide 170 centímetros y flota en formol, no es más que “la parte externa”,
explica Hjartarson a la AFP.
“En realidad, el pene completo podría tener cinco
metros y pesar entre 350 y 450 kilos. Evidentemente, el animal del cual
proviene pesaba alrededor de 50 toneladas”, afirma riendo tras su barba este
director de escuela jubilado de 69 años.
Este órgano es tan sólo uno de los 276 especímenes
expuestos que proceden de 46 mamíferos de Islandia y de algunos
invitados-estrella extranjeros, en el que es considerado el único museo del
pene del mundo, perdido en la pequeña aldea pesquera de Husavik, en la costa
norte de Islandia.
La salita está llena de probetas y bocales de
vidrio de todas las formas y todos los tamaños imaginables. Estos contienen los
miembros de ballenas, delfines, morsas, salmónidos, morsas, machos cabríos,
osos blancos y ratas, entre muchos otros.
En este templo de la virilidad, largos ejemplares
secos decoran los muros, mientras que otras vergas fueron transformadas en
látigos o bastones.
Sigurdur Hjartarson inició su extraña colección en
1974. Afirma que cuando era niño le entregaron un látigo elaborado con un pene
seco de toro para llevar las vacas a pastar. Luego, uno de sus amigos le regaló
uno.
Veintitrés años después, Hjartarson abrió un primer
museo en Reykjavik, que en 2004 trasladó a Husavik, dando notoriedad
internacional a su modesto pueblo de unos 2.200 habitantes.
Todos los veranos (el museo sólo está abierto de
mayo a septiembre), unos 11.000 visitantes acuden a este establecimiento, y la
frecuentación ha aumentado desde que un pene humano ingresó a la colección.
Se trata de un verdadero pene, perteneciente al
difunto Pall Arason, fallecido en enero pasado a los 95 años, que prometió
donar su sexo en 1996.
“Lo esperé 15 años”, bromea Sigurdur Hjartarson,
recordando a su amigo, “un pionero del turismo islandés y un célebre seductor”.
Aunque se entusiasmó por las ballenas, Martin
Thorsen, un visitante islandés de 42 años, reconoce que “se decepcionó bastante
con el homo sapiens”.
“No tiene importancia. Era un anciano, pero pronto
tendré uno más joven, grande y hermoso”, afirma Hjartarson.
Ya recibió promesas de donaciones de un británico y
de un alemán, sin olvidar a un estadounidense que prometió dárselo… en vida.
Htartarson no ha decidido si donará su miembro al
museo. Todo depende de quién muera primero, él o su esposa. “Si es ella, mi
espécimen formará parte de la colección. Pero si soy yo, lo ignoro. Ella podría
negarse”, confiesa divertido.
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