jueves, 24 de octubre de 2013

La soledad del pornógrafo

La soledad del pornógrafo
Después de escribir una prolífica obra de más de cuarenta títulos, entre los que se cuentan Sin calzones llegó la desconocida, El tumbalocas y Se me paró el negocio, ¿cómo ha sido la vida de uno de los pioneros de la literatura porno en Colombia?
Hernán Hoyos, escritor colombiano. Pionero de la novela erótica en Colombia. foto.fuente:elmalpensante.com

A sus 83 años Hernán Hoyos camina por el centro de Cali con tal vigor y habilidad que me toca alargar mi zancada y bajarme del andén para no perderlo entre la muchedumbre. Me lleva así unas cinco cuadras, luego de haberme dicho que me tenía que presentar a su “nuevo proyecto amoroso”, como él la llama.

–Es una mestiza de 24 años, finita, tiene nariz judía –me la describe excitado–. Trabaja vendiendo relojes en un local. Ya me dirás qué te parece.

Antes de llegar, me anticipa que la conoció hace dos días, que la saludó y recibió respuesta, que la convidó a mango biche con sal y ella se dejó, que le recibió una moneda de 500 pesos para que lo llamara al celular cuando ella quisiera verlo.



–¿Y ya te llamó?

–No, pero qué carajos –responde–. Le voy a caer de sorpresa. Le digo que sos un amigo que mañana se va de Cali y que los quiero invitar a mi casa para cenar los tres. Es probable que si te ve a vos acepte.

Dos meses atrás me había presentado otro “nuevo proyecto amoroso”: una despachadora de mensajería en el barrio Bretaña. De unos 45 años, piel trigueña y cuerpo de fruta, lo más llamativo de la mujer eran las sombras oscuras en los párpados y el labial rojo. Una vez llegamos, Hoyos comenzó a cortejarla y a declamarle versos de un poema romántico. Sin ser grosera, la señora dejó ver que no le interesaba. Justo en el momento de despedirnos, apareció un hombre que la saludó de beso en la boca.



–Yo que pensé que sí le gustaba –me dijo Hoyos, desilusionado.

Le pregunté la razón.

–Ella fue muy dulce y delicada una vez que llevé un paquete para mandar a Pereira.

–¡¿Solo eso?! –exclamé, sorprendido. Hoyos me miró contrariado como respondiendo: “¿Es que se necesitaba algo más?”.
A Hernán Hoyos muchos lo consideran el pionero de la literatura porno en Colombia. Desde finales de los años sesenta, ha venido publicando libros testimoniales, cuentos y novelas en los que abundan detalles explícitos de sexo, descripciones gráficas de tríos y orgías, de felaciones, cunnilingus o anilingus, y nombres populares de posiciones como el 69 o el pollo asado. En Sin calzones llegó la desconocida, una de sus pulp fictions más celebradas, describe escenas como esta en la que una lesbiana viola a una muchacha ante los ojos salaces de un pastor evangélico y su monaguillo:


Amarilis seguía lamiendo con frenesí. Soltó una mano y subiéndose la falda y bajándose los calzones se metió un dedo y sin dejar de lamer comenzó a masturbarse. La desconocida tiró fuertemente del cabello de Amarilis y logró quitársela de encima. Entonces la mujer se montó sobre la muchacha y le introdujo violentamente un dedo dentro de la vagina. Hundió su dedo tres o cuatro veces dentro de la muchacha y en seguida se dobló sobre sí misma con entrecortados lamentos. En ese momento el pene del reverendo soltaba semen junto con el del muchacho indio.
Antes de Hoyos, el sexo más explícito en literatura colombiana podía leerse en poemas de Miguel Rasch Isla o de Jorge Rojas, y en algunos pasajes de la novela Salomé de José María Vargas Vila. Y aunque había salas de cine triple x en varias ciudades, pasaría más de una década antes de que fundaran en 1979 Trópico Producciones, la primera empresa colombiana de cine porno.

Para mediados de los ochenta, libros como Nadie conoce mi sexo, Sor Terrible, Magola la prostituta, El tumbalocas, Aventuras de una bogotana, Ofelia la voluptuosa, El club del beso negro, Frentenalga y Careculo, se conseguían en librerías y colgaban de kioscos de periódicos y revistas.


En el documental Hernán Hoyos, un escritor de mala reputación, realizado por Carlos Fernando Rodríguez en 2009, el columnista Óscar Collazos admite que en una época le tuvo a Hoyos “una envidia muy grande porque era el único escritor colombiano que ganaba plata antes de García Márquez”. El cineasta Lisandro Duque añade: “Hoyos fue un rompedor de la castidad de los jóvenes lectores colombianos”. Y el poeta Juan Gustavo Cobo Borda aclara que dentro de la lista de libros leídos por Andrés Caicedo “de modo admirativo estaba Hernán Hoyos”.


En la Semana Santa de 2009, a escasos meses de morir, el periodista cubano José Pardo Llada me contó que no ol-vidaba un día de finales de los ochenta en que lo invitaron a un colegio femenino al sur de Cali para hablar sobre periodismo y literatura a las estudiantes de grado once. Luego de las formalidades, el cubano les dijo: “Levanten la mano las que hayan leído a Gabriel García Márquez”. De un salón de treinta, dos o tres lo hicieron. “Levanten la mano las que han leído a Hernán Hoyos”, les dijo luego.

–Y de todas, Juan Miguel, ninguna se quedó con la mano sobre el escritorio.

Bautizo en el banco

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